El Congreso, la calle y los mercados. En ese triángulo se extravió durante la última semana buena parte de la magia que acompañó al gobierno de Javier Milei desde su asunción.
El abrazo desesperado al Fondo Monetario Internacional en medio de una corrida cambiaria, el viscoso aval arrancado a un lumpenaje parlamentario que juega al borde de la legitimidad, y el desmedido operativo que blindó la maniobra de una protesta que desafió el miedo y la violencia institucional, ya no forma parte de la foto de un oficialismo victorioso que exhibe impúdicamente su poder. Se parece más bien a las imágenes defensivas y desesperadas que dejaron para la historia las crisis ya transitadas desde principios de siglo.
El gobierno asegura que esta vez es distinto. Confía en romper los malos antecedentes históricos que existen sobre los resultados electorales de los acuerdos con el FMI, atalonándose en la retórica de ultraderecha que le permitió acceder al gobierno y consolidando la concurrencia de la casta a la que fingió desafiar.
Para la economía del bolsillo no vienen tiempos fáciles. Aunque no hay ninguna precisión sobre lo que se negocia con el organismo multilateral, es generalizada la certeza de que la contrapartida del auxilio financiero será algún tipo de proceso devaluatorio, además las conocidas recetas recesivas.
Desde fines del año pasado, cuando comenzó la crisis del segundo ciclo de bicicleta financiera armado por Luis Caputo, los tropiezos como el criptogate se solaparon con el rebote de la inflación, la recaída del poder adquisitivo del salario, los cierres de empresas y el crecimiento de despidos, suspensiones y conflictividad laboral.
También con el déficit de cuenta corriente, la dificultad para rollear deuda, la pérdida de reservas y el ajuste en la cadena de agronegocios, que aun con la rebaja temporal de retenciones, no levanta el ritmo de comercialización de la cosecha.
Perdidos en la city
La novedad de la última semana fue la revelación que tuvieron los actores de la city sobre la naturaleza y la actualidad del plan Caputo, tan parecida de repente a lo que pasó en el año 2018.
El desarme del carry trade y la presión dolarizadora desangraron al Banco Central e incendiaron el mercado. Y el intento del ministro de Economía por calmar las aguas terminó avivando el fuego. Otra magia que se apagó allí. Aunque la prestidigitación opera de formas misteriosas. Y la galera está llena de sorpresas. En menos de siete días, aparecieron la CGT, la UIA y Sergio Massa para cuestionar al gobierno nacional. Un indicio de que la inquietud del mercado y el recalentamiento de la calle tuvo algún impacto en la política.