El descubrimiento publicado por el ingeniero informático Dr. Konstantin Borisov en la revista Archaeological Discovery desafía la ubicación tradicional del Jardín del Edén. Durante siglos, eruditos y arqueología bíblica situaron este paraíso en la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates en Irak, basándose en las descripciones del Génesis 2:8-14.
La teoría de Borisov se fundamenta en un mapa del año 500 a.C. que muestra cuatro ríos —Nilo, Tigris, Éufrates e Indo— emergiendo de lo que antiguas civilizaciones llamaban «Océano» circundante. Esta interpretación identifica al río Gihón con el Nilo, conexión que apuntan los escritos del historiador Flavio Josefo.
La conexión egipcia
El análisis del «Mappa Mundi» de Hereford, un mapa del siglo XIII, sitúa el «Paraíso» cerca del río Océano. Mediante la arqueología geográfica y simbolismo mitológico, Borisov argumenta que la inclusión del Nilo hace de Egipto un candidato convincente para ubicar el Edén.
La teoría más provocativa vincula la Gran Pirámide de Giza con el Árbol de la Vida bíblico. Según Borisov, los patrones de luz observados dentro de la Cámara del Rey se asemejan al resplandor de un árbol. Las simulaciones de 2012 muestran que las partículas cargadas forman patrones ramificados desde un punto central.
«Las partículas cargadas en esta simulación están dispuestas creando ramas paralelas que se extienden desde la línea central, formando una representación de árbol», afirmó Borisov a The Mirror.
El científico reconoce la necesidad de más arqueología para mapear la antigua comprensión del «Océano», crucial para ubicar el Edén. Su enfoque multidisciplinario aporta nueva luz sobre este enigma histórico.
La búsqueda del paraíso y el descubrimiento
La búsqueda del jardín del Edén generó diversas propuestas. El arqueólogo inglés David Rohl lo ubicó en Irán, otros lo vincularon con el río Jordán, e incluso surgieron teorías que lo situaban en lugares como Florida o Mongolia.
El debate sobre la existencia física del jardín bíblico divide a la comunidad científica. Muchos arqueólogos consideran esta búsqueda simbólica, mientras otros buscan evidencias de su realidad histórica.
Las pirámides egipcias han provocado incontables estudios e interpretaciones. Su precisión y alineación astronómica asombran a expertos modernos, alimentando teorías más allá de su función como tumbas.
La arqueología moderna reinterpreta constantemente el pasado. Borisov integra textos antiguos, cartografía, mitología y ciencia contemporánea para examinar este misterio perdurable.
La controversia de este descubrimiento motivó a equipos a revisar evidencias en Giza con nuevas perspectivas. Aunque la academia mantiene escepticismo, el debate estimula interés renovado en la arqueología bíblica.