Miguel Passarini
Una masa bien sobada de harina, agua y cuerpos que desde su deformidad reconstruye momentos de la historia del peronismo y los estalla contra la pared. Es y no es el peronismo, es y no es Evita, son y no son sus descamisados, sus cabecitas negras, pero no hay duda de que es parte de la historia argentina que se despliega, se repliega e interpela al espectador a partir de una serie de datos de la realidad inteligentemente metaforizados.
Como viejas postales que se asoman a borbotones de un baúl o un viejo libro, como un sueño afiebrado en el que Eva le dice a Juan que “la masa no leva”, por si quedaban dudas de que las paradojas del buen teatro siempre están volviendo, las escenas de A la gran masa argentina están de regreso.
Se trata de la obra escrita por Enrique Gabenara y Gustavo Di Pinto, este último también director del montaje y del grupo Esse Est Percipi, estrenada originalmente en 2001, que ahora se presenta los sábados en La Orilla Infinita.
Aquél puzle fractalizado de discursos que abordaban un sentido múltiple a comienzos de este siglo donde ni siquiera existía el kirchnerismo y el peronismo, como ahora, era oposición, está de vuelta con notable potencia y un elenco renovado que posiciona a esta pieza viva e inquietante unos escalones más arriba de los ya transitados.
La propuesta del grupo Percipi cuenta ahora con el trabajo en escena de Lorena Salvaggio, Analía Saccomanno (la única del elenco original), Laura Fuster, Pablo Fossa, Jorge Ferrucci y Santiago Pereiro, donde, cada uno a su tiempo, aporta espesura a un relato que describe algunas de las viñetas del primer peronismo en el contexto de una panadería donde las analogías son múltiples y disparatadas.
En ciernes, A la gran masa argentina es la reconfiguración escénica de instancias vinculadas al imaginario peronista, que Di Pinto instala ahora en el contexto de lo escénico a partir de experiencias orales vividas, escuchadas, leídas, relatadas, pero desde los cuerpos e imaginarios de otros actores, donde conviven un humor bizarro, casi absurdo, con pasajes donde los discursos adquieren el rigor de la denuncia, sobre todo en el presente distópico que transita la Argentina con la ultraderecha en el gobierno y cuando todos los derechos adeudados al movimiento peronista están en peligro de extinción.
“A la gran masa argentina”, un clásico del teatro rosarino que está de regreso para revisar una vez más al peronismo
En ese contexto, el de la cuadra de una panadería de los años 50, una Patrona, la abandera de los humildes y de la masa, pone en tensión un poder que le es negado frente a las contingencias de empleadas y operarios que cargan la acción de amasar de un rebeldía que no pueden o no saben expresar de otro modo, donde la fragmentación del relato, la repetición, el disparate y una lógica que va de lo pueril a lo políticamente incorrecto traen al presente la búsqueda original de los Percipi en términos poéticos que el grupo supo transitar desde sus comienzos y con varias de sus experiencias, donde el riesgo y la experimentación eran sus recorridos habituales.
Esa ruptura de la linealidad habilita que aparezca un texto permeable, lleno de interrogantes, que el notable elenco del presente hace propio. Y así, desde lo coral, en escenas más coreográficas, hasta una serie de monólogos que cada uno transita desde sus propias espesuras interpretativas revitalizando formas e ideas, sigue en pie una puesta en escena de unos pocos objetos que funcionan correctamente, un vestuario acorde, la masa viva y real y la harina que se vuelve polvo y potencia las imágenes en términos de un universo lumínico y también sonoro original, gestado en vivo.
De este modo, en un estado de reinvención permanente como el del mismo movimiento político que le dio origen a modo de imaginario, lo más interesante que tiene este regreso de A la gran masa argentina, independientemente del deleite que suponen las muy buenas actuaciones, es una bajada de línea donde del mismo modo que aparece lo político, aparecen aristas que les son propias como la frustración, la impotencia, la fe, el fluir de lo colectivo, algunas formas del amor y de los cuerpos que revelan ciertas lógicas de un costumbrismo que la acercan aún más al radioteatro y a la telenovela, o en todo caso a sus escenas fuera de contexto.
También, jugosos arrebatos de palabras que dicen y no dicen, y una Eva aterrada ante la muerte de Juan que revierte la historia original y funda, cuando nadie ni siquiera lo imaginaba, un peronismo premonitorio: con una “Evita” morocha y desafiante que avanza y se planta más allá de todas las condenas y restricciones.
De este modo, en su afán de reponer obras de otros tiempos en el año de su trigésimo aniversario, el grupo Esse Est Percipi retoma el texto de A la gran masa argentina, entre otras cosas, para demostrar que el buen teatro siempre encuentra nuevos diálogos con cada época como pasa en el presente, donde esas ideas de un peronismo disgregado y contradictorio, un espacio de oposición que pareciera diluirse frente a la avanzada de la ultraderecha y sus oscuros intereses, es al mismo tiempo una interpelación al espectador: la masa, por más espera, golpes e intentos, no leva, no se levanta. Y el pueblo tampoco.
Para agendar
A la gran masa argentina se presenta los sábados, a las 21, en la sala La Orilla Infinita (Colón 2148). Las entradas anticipadas se encuentran disponibles ACÁ.