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Apareció una tarde fría de marzo en la puerta de un barrio cerrado en la localidad de Pilar. Nadie supo cómo había logrado llegar hasta ese lugar. Su estado era de abandono total y emanaba un olor fétido penetrante que provenía de una bichera de tamaño considerable que tenía en una de sus orejas.
“Me enteré por un alerta que compartieron en un grupo de WhatsApp. Obviamente no iba a quedarme solo viendo el mensaje así que me comuniqué con Sandra (una vecina con la que ya habíamos rescatado unos gatos anteriormente) y fui a buscarlo. Fue difícil acercarnos del olor a podrido que tenía. Deshidratado y con 30 kg de peso, se le notaban todos los huesos de su cuerpo. Su mirada lo decía todo: no podía más del dolor”, recuerda Candela Castro, la joven que asistió al perro ese día.
Como si supiera que la ayuda había llegado, el perro se dejó agarrar sin problema. “Había llevado una correa. Se la pasé por el cuello, tiré un poquito para que se levantara y lo hizo. Caminó conmigo, como si supiera a dónde íbamos. Lo llevé a mi casa y entendí que alguien lo había abandonado. Se lo notaba un poco asustado. Tomó mucha agua y comió desesperado”.
Horas más tarde lo llevaron al veterinario. Lo más urgente era controlar la bichera que efectivamente tenía en una de sus orejas. El profesional indicó administrarle una pastilla para que salieran los gusanos. La “bichera” o miasis cutánea es una infestación parasitaria causada por larvas de ciertas especies de moscas, especialmente Cochliomyia hominivorax (conocida como mosca de la bichera o del gusano barrenador).
“Estas moscas depositan sus huevos sobre heridas abiertas, piel lesionada o zonas húmedas con secreciones. Al eclosionar, las larvas penetran en los tejidos vivos del animal, se alimentan de ellos y provocan lesiones dolorosas, infecciones secundarias y, si no se trata a tiempo, complicaciones sistémicas. Es una afección frecuente en regiones cálidas y húmedas de los animales”, detalla Walter Comas, Director de la Unidad de Animales de Compañía para MSD Salud Animal en Argentina.
La extracción manual de larvas debe realizarse con extremo cuidado y preferentemente bajo supervisión veterinaria. “Si se ejerce presión excesiva o se extraen de forma brusca, existe el riesgo de que alguna larva se rompa y quede parte de su cuerpo dentro de la herida. Esto puede generar una fuerte reacción inflamatoria, infecciones locales, abscesos e incluso septicemia. Además, el dolor que genera el procedimiento puede llevar al animal a moverse bruscamente, dificultando la remoción completa y segura. Por estas razones, se recomienda utilizar productos larvicidas específicos o anestesia local para facilitar una extracción segura y completa”, explica Comas.
La prevención de la bichera se basa en tres pilares fundamentales: el control del ambiente, el cuidado del animal y el uso de productos veterinarios adecuados. En primer lugar, es importante mantener limpios y desinfectados los lugares donde permanece el perro, especialmente si hay materia orgánica, heridas abiertas u olores que puedan atraer a las moscas. En segundo lugar, se deben revisar periódicamente al animal en busca de lesiones, especialmente en zonas de pliegues, región perianal, entre los dedos o detrás de las orejas, y tratarlas de inmediato si se detectan.
Por eso, mientras tanto, Candela comenzó a dedicar momentos del día a sacar uno por uno los gusanos, con una pinza. Rodrigo De Paul -como habían bautizado al perro, en honor al futbolista argentino- de a poco mostraba signos de mejoría. Las mujeres que lo habían rescatado se ocupaban de que comiera platos abundantes y nutritivos para que subiera de peso.
Después siguieron los antibióticos, las toilettes quirúrgicas –Rodrigo iba prácticamente todos los días al veterinario-, los estudios de sangre, ecografías, electrocardiogramas, desparasitaciones, etc. “Cuando los veterinarios nos dieron el ok, se le realizó una cirugía en la que le quitaron todo el pabellón auricular y se aprovechó la anestesia para castrarlo”.
Aunque Candela y Sandra nunca supieron nada sobre el pasado de Rodrigo De Paul, el comportamiento del perro que había llegado con la mirada triste mostraba que, en algún momento, había conocido la vida en familia. Siempre fue un animal obediente, que sabía pasear con correa, dulce y mimoso.
La recuperación de Rodrigo De Paul fue larga y agotadora por momentos. Pero el perro siempre evolucionó bien. “Hasta el día de hoy sigue tomando antibióticos por su oreja y tenemos que hacerle limpiezas diarias. Mientras, soñamos con que llegue la familia perfecta para él: nos encantaría encontrar a alguien que lo quiera como o más que lo que nosotras lo queremos. Que Rodrigo sea un integrante más de la familia. También es importante que tenga parque o la posibilidad de salir a pasear a diario. Se lleva bien con otros perros y también con niños. Y, finalmente, nos gustaría que pudiera vivir cerca de Pilar para poder visitarlo”.
Fueron muchas las personas que ayudaron en la recuperación de Rodrigo De Paul. Alcira, quien presta su casa para que Rodrigo corra libre y tome sol en su parque. Daniela, que lo recibe en su casa todas las noches, le da de comer rico y lo medica. Javier, que lo saca a pasear todos los días. Y todos los vecinos que ayudan económicamente.
“¿Qué tiene de especial Rodrigo De Paul? Además de que no tiene orejas, Rodrigo es todo lo que está bien. Es un perro de aproximadamente 9 años, pero parece un cachorro. Siempre está alegre. Es muy dulce, busca mimos constantemente. Le encanta estar en compañía, disfruta de sus paseos, es super sociable, siempre quiere saludar a la gente. Respeta límites y se porta de diez».
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