Newell’s transita por un presente continuo que todo el tiempo desemboca en la misma realidad

Compartir

Hace rato, muchos años en realidad, que Newell’s es un equipo de mandíbula floja. Expresión boxística que tiene que ver con que no se discute el empeño, el esfuerzo y la dedicación para dar todo en la pelea, pero dejan al descubierto que en realidad sus planteles distan muchísimo de contar con una jerarquía suficiente

Esa jerarquía que le permita dar un salto de calidad indispensable e inevitablemente se caen. Que se quedó siempre en amagues y muchas veces ni eso. Por eso los ciclos terminan en la lona inexorablemente y se vuelve a empezar sin saber bien qué trole hay que tomar.

No hay proyecto porque en el fútbol mandan las urgencias, sobre todo para aquellas conducciones que no tienen la espalda suficiente para bancarlos a como dé lugar. Y eso que hubo designaciones que no fueron cuestionables y por el contrario tuvieron mucho apoyo popular, como cuando Gabriel Heinze tomó el mando sobre todo. Menos cuando lo hicieron Mariano Soso y antes el uruguayo Mauricio Larriera.

Pero solo el Gringo duró un año entero antes de partir sin pena ni gloria, después de haber jugado la única copa internacional del ciclo de esta dirigencia, con una muy buena primera fase pero cayendo en la primera eliminatoria. Claro que esa clasificación no fue por obra suya, sino por lo que hicieron el año antes los técnicos de inferiores Gustavo Tognarelli y Adrián Coria, los que habían dado una mano tras la partida de Sanguinetti y llevaron a Newell’s a la Sudamericana.

Leer más: Newell’s empieza la semana pensando en Atlético Tucumán y luego en Belgrano por duplicado

Los técnicos de Newell’s luego de Gabriel Heinze

Los otros entrenadores que vinieron después de Heinze duraron mucho menos, como el caso del Gallego Méndez, mientras que ahora el Ogro Fabbiani resiste porque tampoco tiene mucho sentido que esta dirigencia a punto de finalizar su mandato haga un golpe de timón. Es más, se podría decir que la ilusión de la Copa Argentina, legítima, que supo construir, es una rara avis en un proceso en descomposición donde nunca se pudieron formar planteles confiables, con refuerzos de mediana o escasa jerarquía en general, y pibes que no lograron explotar. El certamen federal, del que está en cuartos de final, es casi una excepción que confirma la regla.

Y en ese último ítem, el de los pibes que no coparon la parada, fue así pese a que el club, bajo el mandato de Ignacio Astore, hizo buenas ventas, como las de Nicolás Castro, Juan Sforza, el Mata Pérez, Tomás Jacob y últimamente Mateo Silvetti. Pero ninguno de ellos le dio tanto al club, a ninguno se los reclamó demasiado, y ni por asomo hicieron recordar aquellas épocas gloriosas donde Newell’s nutría su plantel superior con mayoría de futbolistas surgidos de su cantera. Si hasta se dio en este tiempo el hecho histórico de haber formado íntegramente con foráneos.

Eso se debió también a que, así como pasó en la primera división, se fue cambiando de coordinadores de inferiores y mánagers o gerentes deportivos sin ton ni son, durando menos que los entrenadores de primera, fusibles como estos. Así es imposible.

Los clásicos bajo la presidencia de Ignacio Astore

Si hasta parece una mentira recordar que la actual comisión directiva, que ganó por escándalo las últimas elecciones, festejó el primer clásico, el de Arroyito con el grito de Juanchón García bajo el mando de Javier Sanguinetti, el primer DT designado en esta era. Un oasis en medio del desierto que vino después y que fue desnudando un cambio de enfoque alarmante, que le ha dado pésimos resultados: el de poner el carro adelante del caballo.

Una muestra de eso fue cuando Larriera, al asumir, trazó como uno de los objetivos a cumplir el de ganar el clásico. Fácil de decirlo e inútil aplicarlo como una meta en sí misma. Se desarrolla un proyecto para ir por un todo, nunca se planifica para una sola parte, un solo partido, que en todo caso vendrá por añadidura. En esa locura se entró en este último tiempo.

Por eso Newell’s viene quedando lejos de cualquier objetivo y en ese lodo se inscriben la mayoría de las derrotas ante Central. Todo lógica. Como en el último, donde pudo sacar un mejor resultado como le pasó en la mayoría de los clásicos de esta era, pero que perdió por detalles, como un castigo a su falta de jerarquía en general y de audacia en particular, si se remite al último cuando el único recurso era el pelotazo al 9.

Leer más: Newell’s: Fabbiani no afloja y se aferra al sueño de la Copa Argentina, pero debe salir del laberinto

En los clubes como Newell’s lo que más importa, a veces lo único aunque no debiera ser así, es lo que pasa en el rectángulo de juego de la primera división. Por eso las muy buenas obras en el complejo Griffa, el sueño cumplido de la segunda bandeja del Palomar y los nuevos palcos VIP de la visera Tata Martino que dejaron al Coloso impecable, pasaron a un segundo plano. Injusto tal vez, pero así es la cosa.

Así viene transitando Newell’s desde hace tiempo, más allá de que en el Clausura aún puede y ni hablar en la Copa Argentina, porque esto en definitiva es fútbol. Pero de lo que pasó hasta aquí, nada es casualidad. Al inicio de esta gestión se retiraba la última gran estrella del firmamento leproso, Maxi Rodríguez. Ever Banega, y el paso fugaz de Keylor Navas, fueron las únicas que llegaron después y ninguna emergió de abajo. Todo un símbolo de los tiempos que corren.

Noticias Relacionadas