Bajo la lupa de la ciencia: las terapias psiquiátricas que podrían ayudar a la curación del cerebro después de un ACV

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NUEVA YORK.– En los 15 años que Sean Dukelow lleva tratando a pacientes con ictus (accidentes cerebrovasculares) en el Hospital Foothills de Calgary, Canadá, solo pudo ofrecerles una herramienta de eficacia probada: la neurorrehabilitación. Se demostró que realizar las mismas acciones una y otra vez en logopedia, fisioterapia y terapia ocupacional aprovecha la plasticidad natural del cerebro, lo que conduce al crecimiento neuronal y a nuevas conexiones. “Va a haber mucha repetición”, les advierte a sus pacientes.

Aparte de eso, las terapias para impulsar la recuperación a largo plazo son escasas y se limitan a implantes invasivos que estimulan el nervio vago o la médula espinal. Ahora, los neurólogos se apresuran a encontrar la primera sustancia o dispositivo que pueda engrasar las ruedas de la curación: un impulso turbo para la recuperación cerebral. “Ese impulso turbo puede ser la diferencia entre volver a andar, volver a hablar, poder volver a casa o tener que ir a una residencia de cuidados”, dijo Dukelow.

Entre los candidatos prometedores se encuentran la estimulación magnética transcraneal (EMT), las pastillas antidepresivas y los psicodélicos, terapias más conocidas para tratar enfermedades como la depresión, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el trastorno obsesivo-compulsivo. En psiquiatría, se cree que estos métodos engañan a los circuitos que subyacen a la memoria y el aprendizaje, los mismos circuitos que se plantea que animan la recuperación del ictus.

Hasta el momento, los sobrevivientes de un ictus solo cuentan con la herramienta de la neurorrehabilitaciónSTOCKDEVIL/ ICTUS – STOCKDEVIL/ ICTUS

La esperanza es que, además de cambiar las viejas prácticas de pensamiento, estas terapias puedan ayudar al cerebro a encontrar formas diferentes de hacer las cosas que solía hacer –permitirnos andar, hablar, recordar– al crear nuevos caminos alrededor de las neuronas muertas y dañadas. Pero, ¿pueden las terapias utilizadas para restablecer un cerebro desordenado ayudar también a reparar uno dañado? Esto es lo que saben los científicos.

A diferencia de su difamada antecesora, la terapia electroconvulsiva, la EMT suele ser indolora y no afecta a la memoria; no requiere convulsiones. Unas bobinas envuelven la parte exterior del cuero cabelludo y envían breves impulsos magnéticos con aproximadamente la misma potencia que una máquina de resonancia magnética. Es un “truco ingenioso” para atravesar el cráneo y estimular los circuitos cerebrales, sostuvo Mark George, neurólogo de la Universidad Médica de Carolina del Sur, quien fue pionero en el uso de la EMT para la depresión.

Sin embargo, aunque se demostró que la EMT funciona para el trastorno obsesivo-compulsivo, las migrañas y para dejar de fumar, su uso para la recuperación del ictus sigue siendo controvertido. En general, los ensayos clínicos fueron pequeños y mostraron resultados dispares. En abril de 2025, Dukelow publicó los resultados de un pequeño ensayo en el que mostró que la EMT, combinada con una terapia intensiva del habla, podía ayudar a los sobrevivientes de un ictus a hablar con más fluidez más de seis meses después del episodio. Una participante incluso volvió a aprender a hablar dos de las cuatro lenguas que había perdido.

El uso de la estimulación magnética transcraneal para la recuperación del ictus sigue siendo controvertido

La capacidad de hablar y procesar el lenguaje está asociada al área de Broca, cerca de la parte frontal del hemisferio izquierdo del cerebro. Cuando se daña esa región, el lenguaje puede “migrar” al hemisferio derecho, que parece ser menos eficaz para utilizarlo, detalló Dukelow. “Nuestra hipótesis era que si inhibíamos el área de Broca derecha, nuestro homólogo del área de Broca, entonces empujaríamos el lenguaje de vuelta al hemisferio izquierdo –recordó–. Y funcionó”.

El equipo de Dukelow actuó siguiendo una corazonada. Dijo que se necesitan ensayos más amplios y específicos.

En 2011, a los científicos les pareció que un potente potenciador de la neuroplasticidad podría estar ya en los botiquines de muchos estadounidenses: el antidepresivo Prozac. Ese año, un ensayo francés descubrió que el Prozac podía ayudar a los sobrevivientes de un ictus a recuperar la capacidad motora meses después de sus lesiones. Pero cuando otros investigadores se apresuraron a replicar el experimento, los resultados fueron decepcionantes. “Muchos nos sentimos decepcionados –admitió Dukelow–. Teníamos muchas esperanzas de que este pudiera ser realmente el fármaco que se abriera paso y ayudara a nuestros pacientes”.

Pero esos estudios de seguimiento tenían defectos importantes, apuntó Steven Cramer, neurólogo de la Universidad de California, campus Los Ángeles, quien asesora sobre terapias de recuperación del ictus. En primer lugar, no basta con verter un fármaco potenciador de la plasticidad sobre un cerebro en proceso de curación; esa plasticidad debe dirigirse hacia las habilidades que se espera recuperar. “Sea cual sea el polvo mágico que espolvorees sobre el cerebro lesionado, no obtendrás el máximo beneficio a menos que lo combines con algún tipo de entrenamiento”, aclaró.

En 2011, a los científicos les pareció que un potente potenciador de la neuroplasticidad podría estar ya en los botiquines de muchos estadounidenses: el antidepresivo ProzacSPL

Existe una base teórica para utilizar una herramienta psicológica para tratar las lesiones cerebrales: “Es el mismo órgano”, dijo Cramer. Algunos estudios con animales y pequeños ensayos clínicos demostraron que estas píldoras pueden estimular los circuitos cerebrales, reducir la inflamación y aumentar los factores de crecimiento que mejoran la plasticidad. Los estudios también descubren que los pacientes que están menos deprimidos están más motivados en la rehabilitación, lo que lleva a una mejor recuperación. “Para mí, es un momento de destapar el champagne”, consideró.

Se están preparando varios ensayos nuevos, entre ellos uno que utiliza Lexapro y terapia intensiva del habla para tratar a pacientes con trastornos graves del lenguaje a partir de los seis meses del ictus.

Gül Dölen, neurocientífica de la Universidad de California, campus Berkeley, quizá sea más conocida por administrar éxtasis a pulpos en nombre de la ciencia. En 2023, descubrió que algunos psicodélicos parecían romper la matriz extracelular –o el andamiaje– alrededor de las neuronas, lo que permitía remodelar circuitos previamente endurecidos y reabrir una ventana crítica de aprendizaje social.

Basándose en este hallazgo, teorizó que los psicodélicos también podrían abrir una ventana de aprendizaje motor mejorado tras un ictus. Ella y Steven Zeiler, neurólogo especialista en ictus de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, están probando ahora la seguridad de administrar psilocibina, el principio activo de las setas alucinógenas, a sobrevivientes de ictus mientras se someten a un programa de rehabilitación física intensa. (Incluye un juego de realidad virtual en el que los participantes interactúan con un delfín llamado Bandit).

Están probando ahora la seguridad de administrar psilocibina, el principio activo de las setas alucinógenas, a sobrevivientes de ictus Craig Mitchelldyer – FR170751 AP

Los investigadores admiten que aún no se decidió si la psilocibina puede ayudar realmente a los pacientes a recuperar las habilidades perdidas. “En humanos, sigue siendo una hipótesis”, señaló Zeiler. No obstante, dentro de dos años tienen previsto realizar un ambicioso ensayo clínico: en lugar de intentar ampliar la ventana crítica inmediatamente después del ictus, quieren intentar reabrirla meses o años después del suceso.

“No me gusta hacer experimentos fáciles –explicó Dölen–. Yo estoy buscando oro”.

Por Rachel E. Gross

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