La banda del sargento Baigoría: condenan al último forajido por el caso de la media tonelada de cannabis

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Hugo Marcelo Medina, un vendedor ambulante de 37 años oriundo del barrio Alfonso, fue condenado el viernes pasado por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Santa Fe como partícipe secundario en una organización narco que operaba en zonas de frontera y el Litoral.

La banda -desbaratada en 2018 en Santa Fe-, tiene en su haber el transporte de más de 560 kilos de marihuana en julio de 2016, que se perdieron en la localidad misionera de Apóstoles, cuando la camioneta en la que viajaba la sustancia ilegal volcó intentando eludir a la policía.

Con esta condena, el caso que se tramitó en la justicia federal de Misiones y que se trasladó finalmente a Santa Fe —y que puso en el centro de la escena al ex sargento de la Policía de Santa Fe, Edgardo Baigoría— queda finalmente cerrado.

Nueve años prófugo

Medina había logrado mantenerse prófugo durante casi nueve años, desde que fuera librada una orden de detención en su contra en diciembre de 2019, como parte del desprendimiento de la megacausa en “Fedorichek y otros”.

Su nombre apareció en la investigación luego de que la Fiscalía Federal de Santa Fe, a cargo del Dr. Walter Rodríguez, lo solicitara respecto a su rol en la maniobra.

Finalmente, fue capturado el 6 de junio de 2025 por personal de la Policía Federal, cuando habitaba una vivienda ubicada sobre la calle Gaboto al 1800, en el barrio Alfonso de la capital santafesina. Desde entonces permanece detenido en la División Unidad Operativa Federal Santa Fe.

Tráfico organizado

El hecho que originó la causa ocurrió el 8 de julio de 2016, cuando fuerzas de seguridad hallaron 561 kilogramos de marihuana, distribuidos en 742 panes, dispersos en un camino rural, en la zona este de Apóstoles, Misiones.

La droga era transportada en una camioneta Ford Ranger conducida por Daniel Alejandro Fedorichek, mientras que Medina viajaba en un Suzuki Fun rojo como acompañante, junto a Baigoría y Lucas Da Silva, cumpliendo tareas de «barrido», es decir, circulando por delante del vehículo con la carga para advertir controles o movimientos policiales.

Pruebas clave

La investigación fue compleja y de largo aliento. La causa principal, tramitada ante el Juzgado Federal N° 2 de Santa Fe, se nutrió de una serie de elementos determinantes: interceptaciones telefónicas, seguimientos vehiculares, registros fotográficos y actas de procedimiento.

Uno de los testimonios más relevantes fue el de un gendarme que participó del operativo cerrojo esa madrugada. Según relató, el Suzuki Fun fue interceptado cerca de la intersección de las rutas provinciales 10 y 4.

Allí se identificó a sus tres ocupantes, incluyendo a Medina. Dentro del auto se hallaron documentos a nombre de Fedorichek, lo que permitió vincular directamente a los tripulantes del Suzuki con el vehículo que transportaba la droga.

Poco después, la camioneta Ford que iba detrás del Suzuki intentó escapar, adentrándose en un yerbal. Horas más tarde, y gracias al aviso de un vecino, la policía provincial encontró los bultos con estupefacientes abandonados en un camino rural.

“¿Qué pasa, Marcelito?”

Otro punto clave fueron las escuchas telefónicas. Los investigadores lograron identificar los teléfonos utilizados por la banda, y reconstruyeron las conversaciones previas y posteriores al operativo. En ellas, se reflejan coordinaciones minuto a minuto entre los vehículos, con mensajes como:

—“Venimos a 130 más o menos”

—“Aflojá el pie del acelerador así nos vamos acercando”

—“¿Qué pasa, Marcelito?”

Estos intercambios revelan no solo la coordinación en tiempo real entre los implicados, sino también la función específica que cumplía el auto en el que iba Medina: marcar el camino y alertar sobre posibles controles.

Además, los celulares de los acusados fueron ubicados, mediante antenas de telefonía, tanto en las inmediaciones del puesto de control como en el lugar donde se halló la droga, cerrando el círculo probatorio.

Papel secundario

En la resolución firmada por el juez Ricardo Moisés Vázquez, el tribunal consideró que si bien Medina no era uno de los organizadores, su rol fue clave para el desarrollo de la maniobra. El magistrado afirmó también que su participación, aunque “fungible” —es decir, podría haber sido reemplazado por otro—, fue esencial para garantizar el éxito del transporte.

El fallo, que es el resultado de un acuerdo de juicio abreviado entre el fiscal auxiliar Guillermo Gschwind y el defensor particular Raúl Sartori, condenó a Medina como partícipe secundario del delito de transporte de estupefacientes agravado por la intervención de tres o más personas organizadas para cometerlo.

Pena efectiva y reincidencia

Aunque la pena acordada fue de tres años de prisión, el tribunal resolvió que no podía concederse el beneficio de la condena condicional, debido a la gravedad del hecho, el volumen del cargamento y el riesgo potencial de que la droga fuera comercializada.

Además, el juez declaró a Medina reincidente, ya que el condenado había purgado una pena de más de diez años de prisión por un homicidio agravado por el uso de arma de fuego, condena que venció en noviembre de 2018.

La condena a Hugo Marcelo Medina marca el fin de una de las causas más resonantes de los últimos años en Santa Fe, no solo por el volumen del cargamento incautado, sino porque dejó al descubierto una red narcocriminal con ramificaciones en fuerzas de seguridad y vínculos en varias provincias del noreste argentino.

Edgardo Baigoría, el exsargento que lideraba la organización, fue condenado en 2021 como autor del delito de organización del tráfico de estupefacientes. Lucas Da Silva, su ladero, recibió condena en 2022 como partícipe secundario.

Lo propio ocurrió con los misioneros Daniel Alejandro Fedorichek (39), Carlos Meaurio (62) -6 años de prisión-, Da Silva (38) y el salteño José Isidoro Jesús Soria (54) -3 años de prisión-. Medina debió ser parte de ese juicio, pero estaba prófugo.

Ahora, con la condena del último prófugo, la justicia federal santafesina dio por concluida la investigación y desarticula por completo a esta estructura delictiva, que durante años operó bajo la sombra del uniforme.

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