El jefe actual del Estado Mayor General del Ejército, teniente general Carlos Alberto Presti, sucederá, como se sabe, al senador electo Luis Petri, como ministro de Defensa. Lo hará, según sus propias palabras, sin renunciar a la condición de oficial superior en actividad, sin pasar a retiro.
Tanto ese anticipo, como la asunción de un militar en el Ministerio de Defensa -la primera vez que esto ocurre, en cuarenta años de democracia-, han provocado controversias que es necesario examinar con la seriedad del caso, no con la liviandad de ideólogos que han dejado el Estado en ruinas. Conciernen, en definitiva, al papel por cumplir por parte de los militares en los destinos del país dentro de un mundo cada vez más jaqueado por conflictos bélicos e hipótesis abiertas de una mayor gravedad todavía para los próximos años.
En ese sentido, resulta indispensable a cualquier político, legislador, académico, y demás interesados en temas de la defensa nacional, la lectura del excepcional documento que se desplegará mañana en dos páginas en el suplemento Ideas de LA NACION. Refiere a las palabras pronunciadas recientemente, ante los alcaldes de Francia, por el jefe de los Ejércitos franceses, general Fabien Mandon. Constituyen una reflexión descarnada sobre el horizonte que se abre de aquí a 2030 desde la perspectiva de un pensamiento estratégico global tanto militar como político y proveniente de una potencia central.
Pasamos por alto la estúpida impugnación que algún provocador haya hecho a la designación del teniente general Presti por ser hijo de un militar que actuó durante los años de represión del terrorismo que abrevó en el castrismo con la voluntad de conquistar a cualquier costa el poder. Por estas objeciones de portar un apellido ingrato a la izquierda, y a quienes se subieron tardíamente a su carro en el gobierno de los Kirchner, vieron truncadas sus carreras brillantes oficiales desde 2003.
No se puede, en cambio, pasar por alto en la designación de Presti una calificación de propósitos que esperábamos, en verdad, desde hace muchos años: dar “por finalizada la demonización de nuestros oficiales, suboficiales y soldados”. O sea, que no solo se abandona de manera expresa la política de vejar a militares en actividad por el apellido que llevan, sino que también se deja de lado la superstición de que un militar no pueda ser ministro de Defensa en un gobierno de origen democrático.
Era ya hora de abandonar de manera expresa la política de vejar a militares en actividad por el apellido que llevan y de dejar de lado la superstición de que un militar no pueda ser ministro de Defensa en un gobierno democrático
El nuevo ministro se graduó de oficial durante el gobierno del presidente Alfonsín. ¿Qué puede decirse en su contra, o en la de otros, que hayan hecho una carrera con suficientes méritos profesionales, como para que la condición de militar sea un obstáculo precisamente en el área donde sus conocimientos específicos deberían ser aun mayores, por principio, que las de un civil?
Al instaurarse en 1854 el gobierno de la Confederación Argentina, Urquiza ungió al general Rudecindo Alvarado para el Ministerio de Guerra. Y esa historia siguió por largo tiempo con la retención de la jefatura del Ejército por el ministro del ramo. Un caso paradigmático se presentó en la segunda presidencia de Roca: un coronel, después ascendido a general, tuvo ese ministerio a su cargo y contribuyó a una de las más importantes reformulaciones de la política militar y del rearme en nuestra historia. Fue el coronel Pablo Riccheri.
Así las cosas, cabe preguntarse por qué Presti no pasará inmediatamente a retiro, como correspondería por los artículos 15/16 de la ley para personal militar, que limita su actividad en funciones políticas. Sin entrar en más precisiones, Presti ha dicho que mantendrá su actual estatus, pero “en una situación distinta”. ¿Habrá querido decir que pasará a disponibilidad, vía legal de la que disponen, tanto él como el Presidente, al menos por un año a fin de conferirle, llegado el caso, un destino militar específico?
Por nefastas objeciones de portar un apellido ingrato a la izquierda, y a quienes se subieron tardíamente a su carro en el gobierno de los Kirchner, vieron truncadas sus carreras brillantes oficiales desde 2003
Un gobierno como este, desatento a los rigores de la formalidad casi como el que más, parece haberse prestado ahora, llamativamente, a la observación de algunos detalles que se perciben solo con mirada en esmero atenta: un militar en actividad puede vestir uniforme y hacer de esa forma una exteriorización simbólica de pertenencia que puede ser determinante en una política hacia las Fuerzas Armadas que el gobierno procuraría enfatizar. Más difícil es saber el grado de prontitud con el que el Gobierno va a satisfacer demandas poco menos que perentorias en los cuadros militares.
Las Fuerzas Armadas han visto alejarse de sus filas miles de hombres, actuantes en todos sus niveles. Han sido unos 18.000 durante la gestión de Milei. Las remuneraciones a sus miembros se hallan en un piso del 20% por debajo de los gendarmes y prefectos. Ha habido signos de una leve reactivación respecto de los medios por los cuales se perfecciona a diario el ejercicio de la profesión militar. La próxima semana llegarán los primeros seis F-16 adquiridos a Dinamarca al cabo de cuarenta años de vuelos y renovados en su instrumental por los Estados Unidos; quedan pendientes de entrega otros 18 cazas involucrados en esa operación.
Solo con una visión estratégica de alto vuelo político e intelectual, y un esfuerzo y continuidad notables en su gobierno y sociedad, podrá el país entrar en un período de gran dignidad como el que soñaron sus fundadores
Como ministro de Defensa, Presti no podrá desentenderse de la crisis del Instituto de la Obra Social de las FF.AA y de Seguridad, con centenares de millones de pesos de deudas impagas, e igualmente con otros temas referidos a recursos. Pero no es menor, por cierto, el papel que cabe esperar del Presidente respecto del desenvolvimiento del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
La estabilidad económica y su reactivación, esencialmente a través de los campos más dinámicos para los tiempos que se avecinan, como el campo, la energía, los minerales y las empresas del conocimiento, trazará, según su suerte, líneas esenciales en el contexto en que se desempeñarán las instituciones aplicadas a la defensa nacional. La inserción de un número creciente de gentes en el mercado productivo, la seguridad interna, la afirmación de nociones como las del mérito; de la virtud, sobre la que todavía hay interrogantes en un gobierno que se dice comprometido a desarmar la maquinaria cleptocrática del kirchnerismo, y de una Justicia confiable, marcarán otras líneas para que las FF.AA sepan al servicio de qué tipo de país, y en qué dirección, deben prepararse para defender.
Los hechos, sobre todo la asistencia financiera reciente sin la cual el Gobierno habría entrado seguramente en agonía, mandan hoy, como siempre los hechos mandan desde una visión realista y descarnada de la política: nuestro alineamiento con los Estados Unidos ha traspasado por la fuerza de ese imperativo los límites naturales de la cooperación; ahora, hiera o no la sensibilidad política de los argentinos, tiene fuerza automática.
Es ese un asunto que convoca más a la reflexión enriquecedora de ideas y propuestas, que a la celebración de nada. Será el terreno al que se dirigirán nuestras miradas con la expectativa de que el presidente Milei maniobre de tal modo que el precio del alineamiento automático se traduzca en una política norteamericana eficaz de fortalecimiento de las habilidades y misión de nuestras FF.AA. Deberán contar, por lo tanto, con los instrumentos apropiados para que se luzcan en su desenvolvimiento, en particular a través de la disponibilidad de tecnologías de punta en un país devenido en aliado especial de los Estados Unidos en el Cono Sur y en la diplomacia internacional.
Alemania y Japón, derrotados por ejércitos extranjeros en la última guerra, quedaron por largos años en estado de crítica dependencia de los Estados Unidos. La Argentina, derrotada, en cambio, por la estrafalaria sucesión de catástrofes producidas como en una interminable implosión por sus propios gobiernos, ha entrado en un ciclo desconocido para todos. Solo con una visión estratégica de alto vuelo político e intelectual, y un esfuerzo y continuidad notables en su gobierno y sociedad, podrá el país acelerar el cierre de este período tan singular y entrar en otro, de gran dignidad, con el que soñaron sus fundadores.
Hombres como el teniente general Presti pueden ayudar en ese sentido a la modelación por el Presidente de un país más fuerte, más desarrollado y seguro de sí mismo. Pero el Presidente deberá saber cómo dejarse ayudar por los más sabios y los más honestos.
