Keith Richards cumple 82 años: la historia detrás de «Exile on Main St.», el álbum definitivo de los Rolling Stones

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Este 18 de diciembre, el mundo de la música celebra un hito que desafía las leyes de la naturaleza: Keith Richards cumple 82 años. El mítico guitarrista, compositor (y a veces cantante) de los Rolling Stones personifica la esencia misma del rock and roll. Aunque quizás ya no pueda realizar giras masivas, Keith sigue en pie, con su Telecaster colgada al hombro y esa sonrisa de pirata que ha sobrevivido a décadas de excesos y leyendas urbanas.

Para entender quién es Keith y por qué los Stones son la institución que son hoy hay una historia que podría reflejar y sintetizar todo. Para conocer esta historia hay que viajar a 1971, cuando la banda se convirtió en un grupo de parias, fugitivos y, finalmente, exiliados.

Aquel periodo dio luz a «Exile on Main St.» (1972), un álbum doble que no solo es la cumbre creativa de los Stones, sino el testamento de un Richards que, en medio del caos, tomó las riendas espirituales de la banda más grande del planeta y logró regalarnos su mejor versión.

Los Stones, ciudadanos de ninguna parte

A principios de los años 70, los Rolling Stones estaban en la cima del mundo, pero técnicamente en la quiebra. Debido a una gestión financiera desastrosa por parte de su entonces manager Allen Klein y a una tasa impositiva en el Reino Unido que alcanzaba el 93% para las rentas más altas, el grupo se enfrentaba a una elección drástica: abandonar Inglaterra o perder cada centavo ganado.

«El gobierno británico nos quería fuera. No nos querían en el país. Éramos los chicos malos, y la mejor forma de deshacerse de nosotros era quitarnos el dinero. Nos fuimos porque no podíamos pagar los impuestos. Estábamos en bancarrota absoluta… Tuvimos que empaquetar todo y convertirnos en exiliados».

Así, en la primavera de 1971, los Stones cruzaron el Canal de la Mancha. Mientras Mick Jagger se instalaba en París tras su boda con Bianca, Keith alquiló Villa Nellcôte, una mansión de dieciséis habitaciones en la Riviera Francesa que, irónicamente, había sido cuartel de la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial.

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Jagger y Richards durante la grabación de «Exile».

«La primera vez que vi Nellcôte pensé que seguramente iba a poder manejar la maldición del exilio. Era una casa increíble, justo al borde de Cap Ferrat, con vista a la bahía de Villefranche (…) Me despertaba pensando: ¿esta es mi casa? Ya era hora de que se hicieran bien las cosas. Sentíamos que nos merecíamos esa grandiosidad después de la miseria del Reino Unido». afirmó Richards sobre Nellcôte.

El sótano de los milagros: la banda en su estado puro

Al no encontrar estudios de grabación adecuados en la zona, decidieron convertir el sótano de Nellcôte en un estudio improvisado. Estacionaron su famoso camión de grabación móvil en el jardín y tiraron cables por las rejillas de ventilación.

Fue en ese sótano húmedo, caluroso y mal iluminado donde se consolidó la formación clásica de aquel periodo: Mick Jagger aportando su carisma y letras punzantes; Keith Richards y el virtuoso Mick Taylor en las guitarras, creando ese «tejido» sonoro donde el ritmo y la melodía se entrelazan; la base rítmica inquebrantable de Charlie Watts en la batería y Bill Wyman en el bajo; y colaboradores esenciales como el pianista Nicky Hopkins y el saxofonista Bobby Keys, quien se convirtió en el «hermano de sangre» de Keith durante aquellas sesiones.

Keith era el director de orquesta de ese caos. «El sótano de Nellcôte era como una mazmorra», relata en Life. «Hacía un calor sofocante y la electricidad era tan inestable que a veces la mitad del equipo se apagaba. Pero ese sonido… ese sonido sucio y turbio que escuchas en el disco viene de las paredes de ese sótano. La humedad hacía algo con las cuerdas, con el aire».

Anécdotas de una vida al límite

La grabación fue anárquica. No había horarios; el ritmo lo marcaba el reloj biológico de Keith. Si él decidía despertar a las tres de la mañana con un riff, los demás debían estar listos. Esto generó tensiones, especialmente con un Bill Wyman que a menudo no aparecía porque nadie le avisaba de las sesiones, o un Jagger que intentaba mantener cierta estructura profesional frente a la deriva hedonista de Richards.

Entre las historias más famosas de aquel verano se encuentra la de «Happy», el himno personal de Keith. Una noche, mientras esperaba que llegaran los demás, Keith empezó a improvisar junto a Bobby Keys y el productor Jimmy Miller (quien se sentó en la batería ante la ausencia de Watts). En una sola toma, capturaron la esencia del tema. «No podía esperar a que nadie llegara, sentía que tenía que sacarlo de mi sistema ya», confesó Richards años después.

La seguridad en la villa era inexistente. Un día, mientras la banda estaba sumergida en una sesión maratónica, unos ladrones entraron en la planta superior y se llevaron gran parte de la colección de guitarras de Keith. En lugar de llamar a la policía —lo que habría atraído atención no deseada sobre el consumo de sustancias en la mansión—, Keith simplemente encargó instrumentos nuevos y siguió tocando.

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Jagger, Watts, Richards, Wyman y Taylor.

Un legado de barro y oro

Exile on Main St. se publicó el 12 de mayo de 1972. Es un mosaico denso de blues, rock and roll, gospel y country. Al principio, la crítica fue tibia; muchos lo consideraron un disco «embarullado» donde la voz de Jagger quedaba enterrada bajo capas de instrumentos. No entendían que la intención no era la claridad, sino el ambiente.

Canciones como «Tumbling Dice», «Rocks Off» y «Sweet Virginia» (donde se siente la influencia del músico country Gram Parsons, quien visitaba frecuentemente la villa) demostraron que los Stones no eran solo una banda de pop, sino los depositarios de la música de raíces estadounidense.

Con el tiempo, el álbum ascendió al olimpo. Es considerado el mejor trabajo de los Stones porque captura la libertad absoluta. Fue el momento en que se despojaron de las expectativas de la industria y grabaron para ellos mismos. Como dice Keith en el cierre de sus memorias:

«Exile fue el disco en el que demostramos que podíamos sobrevivir a cualquier cosa. Nos echaron de casa, éramos apátridas, y aun así hicimos nuestra mejor música. Fue el momento en que los Stones se convirtieron en una nación propia».

Richads, el guardián del rock and roll

Hoy, al cumplir 82 años, Keith Richards sigue siendo el mismo exiliado de Nellcôte. Aquel disco no fue solo un álbum, fue un rito de iniciación que permitió a la banda perdurar por seis décadas más.

Richards ya no necesita huir de Inglaterra, pero su música sigue conservando ese aroma a sótano húmedo, a guitarra desafinada por el calor y a la rebeldía de quien sabe que, mientras haya un riff que tocar, la libertad es posible, tanto para él como para quiénes disfrutan de su música.

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