Encuesta confirma que Milei perdió las elecciones por el Caso Spagnuolo

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El reciente estudio de Zuban Córdoba confirma lo que ya se palpaba en las calles: el gobierno de Javier Milei perdió centralidad política, no solo por el deterioro económico, sino por el golpe que significaron las revelaciones del Caso Spagnuolo y la difusión de los audios de corrupción en la Agencia Nacional de Discapacidad, publicados por el periodista Mauro Federico. El oficialismo nacional encontró en estos episodios un punto de quiebre que transformó la percepción social: la imagen de “pureza” y “honestidad” que Milei intentó construir se resquebrajó en cuestión de semanas.

El sondeo muestra que más del 60% de la población evalúa negativamente al gobierno y que la figura de Karina Milei roza un 70% de rechazo. Los números son demoledores: siete de cada diez argentinos creen que el oficialismo perdió las elecciones en la provincia de Buenos Aires por la combinación de corrupción y crisis económica, y no por la supuesta debilidad de sus candidatos. Este diagnóstico es clave: la gente ya no se conforma con la narrativa de que “los problemas son heredados” o de que “los candidatos locales no estaban a la altura”. Lo que se lee en el voto bonaerense es un castigo directo al núcleo de poder libertario.

El “Coimasgate” en el área de Discapacidad, bautizado así por la oposición, no solo golpeó en la línea de flotación moral del gobierno, sino que desnudó la fragilidad de su estructura política. El estudio revela que el 68,6% de los consultados cree que el gobierno quedó más débil tras conocerse los audios, y un 34% de los votantes libertarios admite haber cambiado su sufragio por la corrupción que salpica a Karina Milei y a los hermanos Menem. 

El error del oficialismo fue doble. Por un lado, subestimó la potencia del caso, creyendo que la sociedad estaba anestesiada frente a denuncias de corrupción. Por otro, eligió blindar a los implicados, cuando el 60% de los encuestados señala que Milei debería haber pedido la renuncia de su hermana y de los Menem. Al sostenerlos, el Presidente envió una señal contradictoria a su propio electorado, que esperaba de él lo que nunca obtuvo de los gobiernos anteriores: coherencia entre el discurso de transparencia y la práctica de gobierno.

En este marco, el peronismo —y especialmente Fuerza Patria— logró capitalizar el desgaste sin caer en la tentación de un triunfalismo vacío. El informe de Zuban Córdoba advierte que la oposición debe administrar con cautela esta ventaja, porque el resultado no fue un triunfo peronista, sino un derrumbe libertario. Sin embargo, la aritmética electoral muestra lo impensado hace apenas un año: el peronismo vuelve a ser competitivo a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires sostiene una diferencia de diez puntos sobre La Libertad Avanza.

El panorama que emerge es el de una “tormenta perfecta”. A la inflación persistente y al deterioro de los salarios se suma la erosión ética que dejó el Caso Spagnuolo. El voto castigo, como demuestra el estudio, no solo se expresó en Buenos Aires, sino que anticipa un escenario adverso para octubre: un 57% de los consultados afirma que votará para castigar a Milei, contra apenas un 33% que busca premiarlo. Es la foto de un oficialismo en retroceso y de una sociedad que, frente a la frustración económica, no está dispuesta a tolerar además la corrupción.

El impacto político es profundo. Milei construyó su figura sobre la promesa de ser “distinto”, de combatir a la “casta” y de gobernar sin privilegios. Pero la revelación de que su círculo íntimo participó de presuntas maniobras espurias lo colocó en el mismo plano que sus antecesores. La caída en la confianza es un dato estructural: más del 65% considera que el gobierno maneja mal las crisis recientes y el 64% desaprueba su estilo de liderazgo. La sociedad percibe un rumbo errado y, lo más grave, un presidente que parece incapaz de rectificar.

Lo que viene es un terreno incierto. La oposición peronista se fortalece, pero todavía carga con techos altos de rechazo. El oficialismo, en tanto, enfrenta el dilema de sacrificar piezas clave de su mesa chica o persistir en un camino que, según el 61% de los argentinos, lo conducirá a nuevas derrotas electorales. La política argentina, otra vez, se encuentra en un punto de quiebre. Y lo que se vislumbra no es la consolidación de un nuevo liderazgo, sino la repetición de un ciclo de frustraciones.

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