No fue una exposición cruel, fue un gesto de humanidad: Russo palpitó fútbol hasta el último suspiro

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En una sociedad donde lo viejo se esconde, se olvida, se archiva y se guarda. En una cultura dominante en la que lo enfermo se deshecha, se aleja, se oculta y se invisibiliza. En este contexto hay que decir que lo que hizo Boca, con su presidente Juan Román Riquelme a la cabeza, fue todo lo contrario de que lo usualmente ocurre cuando algún protagonista está herido, que es borrado de un plumazo del mapa. En este caso, Román cumplió el sueño de Miguel Ángel Russo de dejarlo disfrutar de su gran pasión hasta el último suspiro, hasta el final de sus días.

El DT dejó este mundo en paz y en lugar que más le gustaba, en una cancha, en un entrenamiento, rodeado de jugadores, haciendo docencia y respirando hasta el último suspiro el incomparable olor a pasto húmedo recién cortado.

Buen viaje Miguel. Fuiste un groso, un número uno, un campeón del fútbol y de la vida. Un guerrero de ley y el último samurai que siempre luchó con hidalguía en el campo de batalla.

Claro que las últimas imágenes suyas no eran las mejores y dolían, pero era lo que Russo quería, prefería pasar sus días en su hábitat natural que estar sufriendo en una cama del hospital. Pero esas fotos finales no deben tapar la película de una vida plena, llena de sabiduría futbolística, de formación humana de jugadores, de vueltas olímpicas, de gestos de grandeza, de sonrisas en las victorias y respeto total en la derrota.

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Russo, un personaje de los que ya no quedan

Un personaje de los que casi ya no quedan, investidos de tanto conocimiento y generosidad, en una época en la que el fútbol tiene muchos discursos vacíos, de paracaidistas de las métricas y con lujosas tablets bajo el brazo, pero sin el mapa conceptual claro y leal que siempre tuvo Miguel.

Un docente, que hizo de los códigos una forma de vida, un estratega magnífico, un técnico en serio, que podía sacar resultados excelentes tanto en un equipo modesto como lograr grandes objetivos en clubes enormes, en los que logró dar vueltas olímpicas y se convirtió en ídolo eterno, tales de los casos de Central y Boca.

Ya en cierre de su gran trayectoria lucía desmejorado, pero nunca se escondió y Boca tampoco lo invisibilizó. Hasta le regaló el último premio de poder dirigir el Mundial de Clubes este año. Caminando lento, haciendo un gran esfuerzo para estar a la altura y sin quejarse jamás, todo ello al final hizo que su gran legado futbolístico todavía sea más épico, más admirable, más eterno.

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Boca lo acompañó hasta el final

Contra el sistema salvaje de que lo viejo sobra y no garpa, Boca acompañó a Russo hasta el final, lo dejó decidir y la última imagen de Miguel fue dentro de una cancha, cerca de la pelota y siendo respetado por sus jugadores hasta el último día. Cuánto de esta enseñanza debería imperar en una sociedad donde a los viejos se los arrea como ganado y se los apalea cuando alzan la voz.

Buen viaje Miguel, busque la mejor platea, acomódese tranquilo y siga dando indicaciones con la pizarra. En Rosario los hinchas canallas lo aman y los leprosos lo sufrieron, pero lo respetan porque jamás fue irrespetuoso con ellos. Hasta siempre. Esto es Russo.

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