Después de Francisco: la batalla por el alma conservadora de la Iglesia

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La muerte del Papa Francisco -jesuita de 88 años-, acaecida el 21 de abril de 2025, cierra un capítulo complicado en la historia de la Iglesia Católica. Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, asumió el trono de Pedro en 2013 con un mensaje de humildad, pero su pontificado quedará marcado por controversias que fracturaron la unidad eclesial.

Desde documentos ambiguos hasta gestos que coquetearon con el progresismo y el socialismo, su legado es un campo de batalla donde la fe tradicional lucha contra la infiltración de ideologías y poderes fácticos woke y progre-globalistas.

Hagamos un breve repaso de los puntos más polémicos de su papado, la influencia de figuras como Víctor “Tucho” Fernández -prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe– y la necesidad imperiosa de un Papa conservador que restaure la ortodoxia y defienda la Verdad, que es eterna, y no puede relativizarse, ni hacer concesiones a las corrientes ideológicas hegemónicas, o de moda.

El pontificado de Papa Francisco se caracterizó por una desafiante hermenéutica doctrinal que desconcertó a los fieles. Un hito fue Amoris Laetitia (2016), cuyos párrafos 300-305 abrieron la puerta a la comunión para divorciados vueltos a casar.

El sínodo amazónico de 2019 y su exhortación Querida Amazonia (2020) profundizaron las tensiones. Aunque Papa Francisco no aprobó el sacerdocio para hombres casados, el sínodo promovió cierta “inculturación” cercana al sincretismo, especialmente con la exhibición del ídolo “Pachamama” en el Vaticano.

El cardenal Gerhard Müller denunció este acto como idolatría, mientras el cardenal emérito Sandoval Íñiguez, en una carta pastoral de 2019, advirtió que tales gestos diluían la fe en aras de un “ecumenismo mal entendido”. La respuesta de Papa Francisco, calificando la Pachamama como simple expresión cultural, no disipó las sospechas de un Papa propenso a ceder ante el relativismo.

El documento Fiducia Supplicans (diciembre de 2023), firmado por el cardenal Víctor “Tucho” Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, significó una seria preocupación para no pocos católicos. Autorizó bendiciones para parejas homosexuales, siempre que no se equipararan al matrimonio.

Esta lectura provocó las Dubia de 2023 firmadas por los cardenales Brandmüller, Burke, Zen, el mexicano Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara y Robert Sarah, el 21 de agosto. Sandoval cuestionó si el documento permitía relativizar el pecado mortal y la disciplina sacramental. La respuesta de Papa Francisco fue interpretada como un paso más hacia el progresismo.

La ambigüedad del texto permitió lecturas que muchos, incluidos obispos africanos como Robert Sarah, consideraron contrarias a la Escritura. Sandoval Íñiguez, en una entrevista de enero de 2024, calificó el documento como “un error grave” que “abre la puerta al relativismo moral”. La resistencia de conferencias episcopales, como la de Nigeria, evidenció una Iglesia dividida por un progresismo que, desde una óptica conservadora, traiciona la verdad del Evangelio.

Víctor “Tucho” Fernández, nombrado prefecto en 2023, es una figura central en esta deriva progresista. Teólogo argentino y amigo personal de Papa Francisco, Fernández es conocido por su libro Sáname con tu boca (1995), un texto incomprensible de espiritualidad erótica difícil de digerir desde una postura conservadora.

Su teología, centrada en la “pastoralidad” sobre la doctrina, refleja un enfoque relativista que minimiza el pecado en favor de la “inclusión”. En entrevistas de 2023, Fernández defendió Fiducia Supplicans como un “gesto de amor”, ignorando las críticas. La influencia de Fernández, desde un ojo conservador, simboliza la infiltración del progre-globalismo alineado con la ideología woke.

Los encuentros de Papa Francisco con nefastos líderes de izquierda reforzaron las críticas. En 2015, se reunió con el insufrible dictador Fidel Castro en Cuba, sin condenar la represión del régimen contra los católicos, la pobreza y la persecución contra disidentes.

Ese mismo año, el cocalero comunista señalado por pederastia Evo Morales le obsequió un crucifijo con la hoz y el martillo, un símbolo blasfemo que Papa Francisco aceptó sin reproche, afirmando que “no lo tomó como ofensa”. Inaudito.

En enero de 2022, recibió al ex guerrillero comunista del M-19Gustavo Petro, candidato presidencial de Colombia, en un gesto que pareció respaldar su agenda progresista, incluida la legalización del aborto. En febrero de 2024, el Papa Francisco dialogó con Claudia Sheinbaum, ahora presidenta de México, una atea declarada y líder de Morena, un partido socialista. Estas reuniones, desde una óptica de Nueva Derecha, reflejan una complicidad con ideologías ponzoñosas que agreden los valores cristianos.

El ecologismo de Papa Francisco, articulado en Laudato Si (2015) y Laudate Deum (2023), también generó controversia. Su llamado a una “conversión ecológica” y su colaboración con la ONU, cuya Agenda 2030 promueve el aborto y la ideología de género, fueron criticados por obispos como Athanasius Schneider, quien advirtió sobre la “mundanización” de la Iglesia.

Diversas voces lamentaron que el Papa pusiera atención a “agendas globalistas” sobre la defensa de la vida y la familia. Los mensajes de Papa Francisco al Foro Económico Mundial en 2021 y 2022 alimentaron la percepción de un Papa alineado con élites progresistas.

La represión de los tradicionalistas fue otro punto oscuro. Con Traditionis Custodes (2021), Papa Francisco restringió la Misa Tridentina, una liturgia venerada por millones. Monseñor Sandoval Íñiguez, en una carta de 2024, pidió al Papa que no se prohibieran las misas en latín, San Pío V, por su liturgia rica y piadosa.

Esta dureza contrastó con la tolerancia hacia teólogos progresistas como James Martin, quien promueve la aceptación de la homosexualidad. La vigilancia sobre órdenes conservadoras, como los Franciscanos de la Inmaculada, reforzó la imagen de un Papa opuesto a la ortodoxia.

Los escándalos de abusos sexuales sumaron nubes a su legado. El caso de Theodore McCarrick, secularizado en 2019, reveló que el Papa Francisco habría conocido las acusaciones en 2013, pero no actuó de inmediato. El informe McCarrick (2020) expuso estas fallas.

El legado de Papa Francisco es un campo de ciertas tensiones: misericordia para desviaciones sexuales, pero muecas a los tradicionalistas; defensa de los pobres, pero silencio ante dictaduras anticristianas; y posturas ideologizadas que siembran confusión.

Como escribí en La Nueva Derecha: el retorno de Dios a la cultura (2023), el progresismo es un “supremacismo ideológico” que destruye la verdad. Papa Francisco dejó pasar esta ideología al seno de la Iglesia, dejando una herida que ahora sólo un Papa conservador podrá sanar.

El próximo cónclave será decisivo: la Iglesia necesita un líder que, como Juan Pablo II, sea un contrapeso al mundo woke y restaure los valores cristianos sin romper la comunión eclesial.

La muerte de Papa Francisco no cierra estas heridas, sino que las expone. Los fieles debemos alzar la voz para que la verdad prevalezca. En 2026, al conmemorar el centenario de la Guerra Cristera, el grito de “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!” debe sonar fuerte como un mandato: la Verdad es inmutable.

La Iglesia, asediada por un progre-globalismo sin alma, requiere un Papa que defienda la ortodoxia con la valentía de un mártir. Solo así sobrevivirá como antorcha de esperanza en un mundo que ataca nuestros valores más sagrados.

¡Oración y Acción: Contrarrevolución!

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