Maximiliano Pullaro se paró en el recinto de la Cámara de Diputados provincial para defender su método. Una forma de gestionar pero también de ejercer el poder, que le permitió durante 16 meses sostener el invicto político e ingresar a la Convención Constituyente con una mayoría de hecho.
El discurso de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura marcó en varios sentidos un cambio de época. En términos institucionales (es la última vez que se realizará un 1º de mayo, un resabio de la Constitución de 1962), conceptuales e incluso gestuales: Pullaro no leyó su discurso en el papel sino en una tablet.
A lo largo de 47 minutos, trazó un balance de gestión que comenzó con la seguridad. Los logros en la principal demanda de los santafesinos -y en particular los rosarinos- le permitieron reforzar la legitimidad de origen del millón de votos con legitimidad de ejercicio y abrieron las puertas a las otras reformas.
En ese punto, Pullaro buscó contener el triunfalismo pero planteó que respetó el contrato electoral. “Con mucha humildad y sin jactancia estamos cumpliendo con lo que nos trazamos. Falta mucho, pero la sociedad encuentra respuesta”, planteó.
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En varios tramos de su discurso, Pullaro hizo mención a conceptos clave de su ideario, como “austeridad”, “eficiencia”, “transparencia” y “resolver”. Pese a estar formado en el radicalismo, podría suscribir el viejo adagio peronista que plantea que “mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar”.
Pullaro y un doble desmarque
La obra pública le sirvió para diferenciarse tanto de los libertarios como del kirchnerismo. Planteó que “el ajuste no es un fin en sí mismo” y que se puede hacer obra pública sin corrupción.
Entre el Estado ausente de Javier Milei y el Estado omnipresente el kirchnerismo tardío, buscó defender un Estado eficiente, que presta bienes y servicios de calidad.
Aunque después de las elecciones del 13 de abril pasado, en las que disputaba voto compartido con los libertarios, Pullaro se permite criticar con más dureza al gobierno nacional, evitó sobregirarse.
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La Capital / Leonardo Vincenti
El tramo más crítico fue cuando cuestionó al centralismo porteño (“hay que mirar al interior productivo no como un botín”, dijo), advirtió que “el esquema de retenciones ya no se soporta más”, alertó que la caída de la coparticipación obliga a ajustar más el cinturón y le pasó la factura a Milei y a Luis «Toto» Caputo por la deuda de la Ansés con la provincia: 1,3 billones de pesos.
De todos modos, Pullaro evitó la escalada con la Casa Rosada. Y menos aún usó la apertura de sesiones como una plataforma de un proyecto nacional. Su proyecto es provincial.
Una narrativa anticorporativa
Es en Santa Fe donde Pullaro y sus aliados tienen su base política y quieren consolidarla. En la narrativa del gobierno el oficialismo se enfrenta a un abanico de intereses corporativos —politicos, judiciales, gremiales— que tenían virtualmente capturado al Estado santafesino.
De todos modos, en varios pasajes el gobernador resaltó que encabeza una gestión que escucha y que tiene cosas para corregir. También dijo que comprende la situación difícil de las familias y el país, pero adelantó que hasta que las cuentas públicas no se recompongan no hay margen para aumentos generosos. Fue un mensaje al mundo del empleo estatal en plena ronda de paritarias y a los centros urbanos, donde el 13A Unidos estuvo por debajo del promedio provincial.
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Dejó para el final la reforma constitucional, a la que definió como una “oportunidad” que no se podia desaprovechar. Las presencias y las ausencias en el recinto de Diputados marcaron el estado de situación en la previa de la reforma.
Además de Alejandra «Locomotora» Oliveras, estuvieron Juan Monteverde y Marcelo Lewandowski. Nicolás Mayoraz y Amalia Granata no fueron.
Más allá de las críticas al gobierno, el peronismo es un partido de Estado, con vocación de poder; los panlibertarios impugan la Constituyente y les interesa más la crítica a la casta y el juego de posicionamiento que el texto final de la Carta Magna.
Con mayoría garantizada, la pregunta es hasta dónde está dispuesto Pullaro a tensar para que la nueva Constitución sea lo más parecida posible a lo que pretende Unidos, y hasta dónde está dispuesto a ceder para que sea un texto con apoyo político amplio y no sólo validado por el oficialismo.
En cualquier caso, Pullaro ya demostró que tiene un método. Que a pesar de los costos políticos le permitió conseguir sus objetivos y estar a las puertas de inaugurar una nueva arquitectura de poder.